viernes, 4 de noviembre de 2011

DE GRACIAS…CARIDAD.


Por 



Gracias es una palabra de color guinda… y para darse cuenta de su delicioso sabor, hay que escribirla entre signos de exclamación… por supuesto no me estoy refiriendo a la gris desvaída, esa que emitimos automáticamente por pura cortesía, sino a la que nos brota del alma,  impensada y excesiva como toda emoción que se respete.
El agradecimiento genuino, solo surge frente a lo gratuito que se nos brinda, aquello que se nos da por deber, como justamente “se nos debe”, no produce en nuestro interior esa pequeña revolución gozosa. La entrega de lo debido, produce acaso una cierta inclinación de cabeza, un reconocimiento del otro como persona con sentido del deber, una distante sensación de respeto…en cambio ese, ¡gracias! al que me refiero,  solo puede suscitarlo aquello que lleve adherido ese  rabillo de añadidura, de gratuidad, de desmesura…
Interesada por este asunto de las etimologías, me puse a investigar un poco sobre el origen de “Gracias”: “gratias aguere” (dar gracias), que alude al reconocimiento y alabanza que produce “en todo bien nacido” que hubiera dicho mi madre, la sensación de reconocimiento por el favor recibido. Lo que no sabía y me pareció profundamente sugerente, es que existe un vínculo aún más antiguo entre Gratus y gratia, que tienen la misma raíz indoeuropea, que genera en latín un préstamo literario que es Charites y que se refiere a las “gracias” con sentido de elegancia, atractivo, encanto, donaire, garbo, hermosura. De ella deriva la palabra Caridad, (Charite) de dónde proviene también,  caricia.
Creo que este vínculo se traduce muchas veces de manera inconsciente en nuestras emociones y se exterioriza, producto de un inconsciente colectivo que ha ido cuajando en siglos de cultura, en expresiones que utilizamos sin caer en la cuenta de su tremendo poder decidor. Así ¡Gracias!, goza de buena salud entre nosotros y es una palabra casi consagrada por la buena educación, de la misma manera que “gracia”, caracolea por nuestro idioma toda pizpireta, ella. Vean si no la cantidad de expresiones que  jalonan nuestro decir… “me haces gracia”,  “estás llena de gracia”, “me caes en gracia”… Esta “gracia” se viste  de púrpura, amaranto, lilas claros.
Pero la pobre palabra “caridad”  está vestida de ceniza. Ha perdido prácticamente todo prestigio y se ha hundido en la connotación negativa, que apunta a esa  actitud de insoportable tufo paternalista, que la ha dejado vestida de harapos. Perdida en los registros de una religión anacrónica, es una palabra permítanme que les diga, injustamente tratada, porque si entendemos bien el juego de los sentidos lingüísticos, tendríamos que  aceptar que practicar la caridad, no es otra cosa que  ejercer las “gracias” , es  decir; vivir la vida… acariciando.
Habíamos quedado en  que lo que inspira este movimiento del corazón, que se traduce en  ese dulzor que brota inevitable ante lo que se nos brinda sin que lo merezcamos  y que nos lleva  a responder siempre gritando, aunque sea en silencio… ¡gracias!  es esa fineza de la vida, ese garbo con que se nos manifiesta a veces. La belleza del mundo se expande entonces (cuando lo hace), en un derroche que pareciera “agraciarnos” solo a nosotros…. Allí arriba en la montaña mirando ebrios hacia el valle,  nos sentimos a veces desbordados por algo que nos parece no se nos debe y sin embargo se nos otorga. Lo mismo nos sucede cuando sobre nosotros se despliega toda una fuerza, que exige que existamos y nos sostiene…. también cuando nos sentimos perdonados, abrazados hasta la médula, sin ni siquiera haber pedido perdón. La vida entonces  practica la caridad con nosotros, no la justicia.
Practicar la caridad es  dar ocasión a que la fineza del mundo se despliegue. Es suscitar en el ánima de los que nos rodean, ese desborde que nos llena la boca y el corazón del sabor de las cerezas maduras… (aquí por favor, que cada uno imagine el sabor que prefiera para que me entienda).
Por esto sugiero, que dejemos  por una vez, Caridad abandone la cocina, se vista de gala, acuda a palacio y baile hasta la media noche… aunque la inexorable historicidad de las palabras, la obligue a volver junto al fogón y nosotros volvamos a olvidarnos de su oculta hermosura…
Agradecer, ser caritativos, acariciar,  son palabras de distinta fortuna, para nombrar algo que no ha cambiado en el ser humano, desde que conquistamos la autoconciencia. Es bueno recordarlo.

lunes, 3 de octubre de 2011

ESTAR A LA ALTURA

por 


A veces, en el giro de una conversación, en medio de una página, en la sonoridad de una palabra, me detengo llevada por una especie de anhelo de juego…
Me gusta tirar de la punta del hilito que queda asomando en el ribete de algunas palabras para llegar  hasta donde pueda o me deje.
Hoy voy a jugar un poco con la palabra “altura” porque es de verdad muy interesante, como detrás de expresiones tan usuales entre  nosotros como “tener altura”, “estar a la altura”, “ponerse a la altura”….late una acepción de la palabra de la que no solemos percatarnos de inmediato. Me  refiero a la noción de “excelencia” (aquella que hace que algo sea digno de  respeto y aprecio) y que se adhirió a nuestro lenguaje por influencia de la  filosofía griega.
Conseguir altura, en este sentido implica un ideal de ser, al que lo  que “es” debe intentar alcanzar, para serlo en plenitud de sentido. No se nace “a la altura”; se consigue…a veces. Vivir humanamente para los griegos,  implicó una tarea en la que  el ser humano debe empeñarse mientras vive si quiere estar a la altura de un anhelo profundamente adherido  a su naturaleza.  Este es, el de salir de la caverna (este mundo imperfecto nuestro donde lo bueno y lo malo se mezclan inexorablemente) para subir hacia lo alto, allí  donde está la luz y podemos vislumbrar lo bello y lo bueno sin mácula. La ascensión no termina allí, es necesario subir más alto aún y mientras escribo esto ,es inevitable que venga a mi memoria aquel “Ata tu carro a una estrella”, lema de mi liceo santiaguino que  adornaba el escudo de mi uniforme y que tan hermosamente traducía ese ¡Sube! De  Platón. Esta subida es una dura tarea que no tiene únicamente un sentido  teórico: los griegos querían justamente saber para “estar a la altura”. Esto es: para poder actuar de acuerdo a ese Ser que no era ya una caprichosa  construcción de la imaginación, sino el descubrimiento de una inteligencia  profundamente apasionada que exigía coherencia vital. Los griegos amaban la  integridad.
Todos los mitos griegos de una forma u otra  dejan claro que esa que  lleva al cénit, no se trata de una subida fácil y sin consecuencias. ICARO  cayendo a plomo con sus alas quemadas tal vez sea el mejor de los ejemplos de  lo que tal subida puede implicar para el alma incauta porque, no es solo subir  hacia lo alto el asunto sino también, mantener el impulso y la dirección.
El viejo Platón, el poeta de los  filósofos antiguos, nos dejo el más hermoso de sus mitos para intentar explicar  el programa de este intento. Se trata del mito del “carro alado” Así…cada uno  de nosotros es semejante a un carro alado del que tiran dos briosos corceles y dirige un auriga. Su destino; el cénit de la bóveda celeste  y las dificultades: todas.
El carro es alado pero el tamaño de las alas varía, ya veremos que es  lo que hace crecer las alas. Los caballos simbolizan nuestras emociones,  formidables fuentes de energía, dóciles o díscolas según la lotería genética  (el temperamento se hereda). El auriga, finalmente, representan eso que  vulgarmente llamamos razón o entendimiento. Puede ser avezado o indolente,  débil o voluntarioso,..Las variantes  y sus combinaciones son legión y en definitiva, de él, del conductor del carro  depende  que el carro suba hacia la altura sin perder la dirección, se pierda o incluso se precipite hacia abajo.
Cómo podemos saber si “estamos a la altura”, si “nos hemos puesto a la  altura”. Platón, es claro al respecto: Si actuamos con armonía, si hay gracia  en nuestra subida, si dejamos algo así como una huella elegante a nuestro paso.  Más claro: si somos templados, si tenemos coraje, si actuamos con  prudencia. Llegada aquí, me pasa que topando  con la palabra prudencia, sé de antemano que más de alguno de mis lectores  tenderá a echarse para atrás puesto que sentirá que le punza un no se qué de mezquindad que le ha quedado adherido al termino desde que los desaforados  románticos hicieron irrupción en nuestra cultura. A mí me gustaría echarle un  cable a la más bienamada de las virtudes griegas y decir que prudencia no es  otra cosa que marcar rumbo, aflojar o dar rienda…que se trata de una virtud  “sin contenido” en sí misma pero que lo es todo en un viaje hacia la excelencia…luz, brújula, sextante, intuición…Quien haya conseguido ser  prudente es alguien que siempre “estará a la altura”. Es decir; mantendrá la  dirección hacía y lo bello y lo bueno y estos se traslucirán en su ascenso.  Tarea de muchas vidas, tan problemática se presenta.
Una nota a pie de página: El mito habla de un carro alado. Pues bien  hay algo que hace que las alas del carro crezcan y la tarea se haga liviana y  gozosa. Se trata del amor, la más poderosa de las emociones humanas, Cuando lo  sentimos el carro sube con tal ímpetu que es necesario que el auriga sostenga  las riendas con pericia para aprovechar el impulso…y no sufrir un descalabro.
…Me resulta fascinante tomar conciencia de la profundidad en que se  asientan tantas de nuestras palabras y cómo, tirando un poco de su historia podemos conseguir a veces que recobren algo de su altura.

jueves, 4 de agosto de 2011


Los porqués del hambre

Por Esther Vivas, del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de la Universidad Pompeu Fabra, y autora de Del campo al plato. Los circuitos de producción y distribución de alimentos(EL PAÍS, 30/07/11):
Vivimos en un mundo de abundancia. Hoy se produce comida para 12.000 millones de personas, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cuando en el planeta habitan 7.000. Comida, hay. Entonces, ¿por qué una de cada siete personas en el mundo pasa hambre?
La emergencia alimentaria que afecta a más de 10 millones de personas en el Cuerno de África ha vuelto a poner de actualidad la fatalidad de una catástrofe que no tiene nada de natural. Sequías, inundaciones, conflictos bélicos… contribuyen a agudizar una situación de extrema vulnerabilidad alimentaria, pero no son los únicos factores que la explican.
La situación de hambruna en el Cuerno de África no es novedad. Somalia vive una situación de inseguridad alimentaria desde hace 20 años. Y, periódicamente, los medios de comunicación remueven nuestros confortables sofás y nos recuerdan el impacto dramático del hambre en el mundo. En 1984, casi un millón de personas muertas en Etiopía; en 1992, 300.000 somalíes fallecieron a causa del hambre; en 2005, casi cinco millones de personas al borde de la muerte en Malaui, por solo citar algunos casos.
El hambre no es una fatalidad inevitable que afecta a determinados países. Las causas del hambre son políticas. ¿Quiénes controlan los recursos naturales (tierra, agua, semillas) que permiten la producción de comida? ¿A quiénes benefician las políticas agrícolas y alimentarias? Hoy, los alimentos se han convertido en una mercancía y su función principal, alimentarnos, ha quedado en un segundo plano.
Se señala a la sequía, con la consiguiente pérdida de cosechas y ganado, como uno de los principales desencadenantes de la hambruna en el Cuerno de África, pero ¿cómo se explica que países como Estados Unidos o Australia, que sufren periódicamente sequías severas, no padezcan hambrunas extremas? Evidentemente, los fenómenos meteorológicos pueden agravar los problemas alimentarios, pero no bastan para explicar las causas del hambre. En lo que respecta a la producción de alimentos, el control de los recursos naturales es clave para entender quién y para qué se produce.
En muchos países del Cuerno de África, el acceso a la tierra es un bien escaso. La compra masiva de suelo fértil por parte de inversores extranjeros (agroindustria, Gobiernos, fondos especulativos…) ha provocado la expulsión de miles de campesinos de sus tierras, disminuyendo la capacidad de estos países para autoabastecerse. Así, mientras el Programa Mundial de Alimentos intenta dar de comer a millones de refugiados en Sudán, se da la paradoja de que Gobiernos extranjeros (Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Corea…) les compran tierras para producir y exportar alimentos para sus poblaciones.
Asimismo, hay que recordar que Somalia, a pesar de las sequías recurrentes, fue un país autosuficiente en la producción de alimentos hasta finales de los años setenta. Su soberanía alimentaria fue arrebatada en décadas posteriores. A partir de los años ochenta, las políticas impuestas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para que el país pagara su deuda con el Club de París, forzaron la aplicación de un conjunto de medidas de ajuste. En lo que se refiere a la agricultura, estas implicaron una política de liberalización comercial y apertura de sus mercados, permitiendo la entrada masiva de productos subvencionados, como el arroz y el trigo, de multinacionales agroindustriales norteamericanas y europeas, quienes empezaron a vender sus productos por debajo de su precio de coste y haciendo la competencia desleal a los productores autóctonos. Las devaluaciones periódicas de la moneda somalí generaron también el alza del precio de los insumos y el fomento de una política de monocultivos para la exportación forzó, paulatinamente, al abandono del campo. Historias parecidas se dieron no solo en países de África, sino también en América Latina y Asia.
La subida del precio de cereales básicos es otro de los elementos señalados como detonante de las hambrunas en el Cuerno de África. En Somalia, el precio del maíz y el sorgo rojo aumentó un 106% y un 180% respectivamente en tan solo un año. En Etiopía, el coste del trigo subió un 85% con relación al año anterior. Y en Kenia, el maíz alcanzó un valor 55% superior al de 2010. Un alza que ha convertido a estos alimentos en inaccesibles. Pero, ¿cuáles son las razones de la escalada de los precios? Varios indicios apuntan a la especulación financiera con las materias primas alimentarias como una de las causas principales.
El precio de los alimentos se determina en las Bolsas de valores, la más importante de las cuales, a nivel mundial, es la de Chicago, mientras que en Europa los alimentos se comercializan en las Bolsas de futuros de Londres, París, Ámsterdam y Fráncfort. Pero, hoy día, la mayor parte de la compra y venta de estas mercancías no corresponde a intercambios comerciales reales. Se calcula que, en palabras de Mike Masters, del hedge fund Masters Capital Management, un 75% de la inversión financiera en el sector agrícola es de carácter especulativo. Se compran y venden materias primas con el objetivo de especular y hacer negocio, repercutiendo finalmente en un aumento del precio de la comida en el consumidor final. Los mismos bancos, fondos de alto riesgo, compañías de seguros, que causaron la crisis de las hipotecas subprime, son quienes hoy especulan con la comida, aprovechándose de unos mercados globales profundamente desregularizados y altamente rentables.
La crisis alimentaria a escala global y la hambruna en el Cuerno de África en particular son resultado de la globalización alimentaria al servicio de los intereses privados. La cadena de producción, distribución y consumo de alimentos está en manos de unas pocas multinacionales que anteponen sus intereses particulares a las necesidades colectivas y que a lo largo de las últimas décadas han erosionado, con el apoyo de las instituciones financieras internacionales, la capacidad de los Estados del sur para decidir sobre sus políticas agrícolas y alimentarias.
Volviendo al principio, ¿por qué hay hambre en un mundo de abundancia? La producción de alimentos se ha multiplicado por tres desde los años sesenta, mientras que la población mundial tan solo se ha duplicado desde entonces. No nos enfrentamos a un problema de producción de comida, sino a un problema de acceso. Como señalaba el relator de la ONU para el derecho a la alimentación, Olivier de Schutter, en una entrevista a EL PAÍS: “El hambre es un problema político. Es una cuestión de justicia social y políticas de redistribución”.
Si queremos acabar con el hambre en el mundo es urgente apostar por otras políticas agrícolas y alimentarias que coloquen en su centro a las personas, a sus necesidades, a aquellos que trabajan la tierra y al ecosistema. Apostar por lo que el movimiento internacional de La Vía Campesina llama la “soberanía alimentaria”, y recuperar la capacidad de decidir sobre aquello que comemos. Tomando prestado uno de los lemas más conocidos del Movimiento 15-M, es necesaria una “democracia real, ya” en la agricultura y la alimentación.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Adán y Eva se entendían a besos

La humanidad moderna surgió en el sur de África de una población de bosquimanos - El primer lenguaje fue el khoisán, donde las consonantes suenan como chasquidos y besos

JAVIER SAMPEDRO 13/03/2011

El artefacto ideal para responder la pregunta del millón -¿de dónde venimos?- sería una máquina del tiempo, pero el segundo mejor es un secuenciador de genes. Un equipo de genetistas y matemáticos ya tiene la respuesta: toda la humanidad actual proviene de una población de cazadores-recolectores que se originó en el sur de África hace 200.000 años.

El artefacto ideal para responder la pregunta del millón -¿de dónde venimos?- sería una máquina del tiempo, pero el segundo mejor es un secuenciador de genes. Un equipo de genetistas y matemáticos ya tiene la respuesta: toda la humanidad actual proviene de una población de cazadores-recolectores que se originó en el sur de África hace 200.000 años. Nuestros primeros padres eran bosquimanos y se comunicaban en khoisán: la lengua ancestral de la humanidad, donde las consonantes eran chasquidos como el sonido de un beso.

Brenna Henn y sus colegas de Stanford y otras seis universidades, entre ellas la Pompeu Fabra de Barcelona, acaban de presentar en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) la comparación genómica -entre los genomas de los humanos actuales- más amplia y avanzada hasta la fecha. Como los genomas van acumulando cambios a lo largo del tiempo, estas comparaciones sirven para deducir el pasado de la especie: las poblaciones ancestrales muestran muchos cambios, tanto dentro de la población -entre un bosquimano y otro, por ejemplo- como fuera de ella -entre un bosquimano y un vecino bantú o un europeo, siguiendo con el ejemplo-.

Los resultados confirman con fuerza ciertos indicios anteriores, pero también enmiendan algunas percepciones erróneas. Las poblaciones dispersas de cazadores-recolectores que perviven en África, como los bosquimanos, provienen de un ancestro común claramente distinto del ancestro común de los pueblos agricultores y ganaderos que los rodean.

Los bosquimanos del sur, hablantes de lenguajes clic -donde las consonantes suenan como besos y chasquidos de fastidio-, revelan una variedad genética interna mucho mayor que cualquier otra población humana actual. La razón es que toda la humanidad actual proviene del sur de África -y no de Etiopía, como se pensaba-, y que los actuales hablantes de lenguajes clic son los herederos en línea directa de nuestros primeros padres.

Nuestra especie, el Homo sapiens, evolucionó en África hace unos 200.000 años. Esa es la datación de los primeros cráneos fósiles con morfología moderna que han hallado los paleontólogos, en yacimientos de Etiopía. Y también es la época en que vivió la Eva africana -la mujer de la que provienen todas las mujeres vivas-, según han podido inferir los genetistas comparando el ADN de las poblaciones actuales.

Los humanos modernos -inicialmente una pequeña población- se extendieron pronto por todo el continente africano. Su salida de allí, en un pequeño número de migraciones que acabaron colonizando todo el planeta, ocurrió mucho después, hace solo unos 60.000 años.

Como los humanos modernos llevan en África más tiempo que en ninguna otra parte -y como solo una pequeña fracción de ellos colonizó el resto del mundo-, los africanos actuales son mucho más diversos que todo el resto de la humanidad junta. Por ejemplo, de las 6.909 lenguas que se hablan actualmente en el mundo, casi un tercio (2.110) son africanas. Como comparación, en Europa solo se han catalogado 234 lenguas.

Lo mismo vale para la diversidad genética. De hecho, la población mundial no africana es tan homogénea que los genetistas calculan que proviene de no más de 1.000 o 1.500 individuos que salieron de África hace unos 60.000 años. La mayor parte de la diversidad genética humana se quedó en África, y sigue estando allí.

El análisis de Brenna Henn y sus colegas es el más completo hasta la fecha, con datos de 580.000 snips (cambios de una sola letra en el ADN; las siglas son de single nucleotide polymorphisms) en 26 poblaciones africanas, incluidas seis poblaciones de cazadores-recolectores, como los hadza y los sandawe de Tanzania y los bosquimanos namibios y khomani del sur de África.

Los resultados descartan que nuestra especie surgiera en el este de África, y apuntan con fuerza a un origen surafricano (técnicamente, lo segundo es entre 300 y 1.000 veces más probable que lo primero). Y también señalan a las poblaciones de cazadores-recolectores hablantes de lenguajes clic como los descendientes en línea directa de aquellos primeros humanos.

Dos de los autores del trabajo son Laura Rodríguez-Botigué y David Comas, del Instituto de Biología Evolutiva de la Pompeu Fabra. "El trabajo", dice Comas, "analiza la diversidad genética autosómica de tres poblaciones de cazadores-recolectores de Tanzania y Sudáfrica, y las compara con otras poblaciones africanas. El estudio de la evolución y la historia demográfica del continente africano supone un gran reto para los genetistas debido a la gran diversidad genética que existe entre los cientos de poblaciones que viven allí".

Las poblaciones cazadoras-recolectoras, explica el evolucionista de Barcelona, son una minoría y están bastante aisladas geográficamente, pero tienen un especial interés porque llevan un modo de vida anterior a la aparición de la agricultura y el pastoreo en África, que solo ocurrió hace unos 5.000 años.

"Para inferir la historia demográfica de las poblaciones de cazadores-recolectores actuales", prosigue el científico, "hemos analizado su diversidad genética y la hemos comparado con la de 24 poblaciones más, representativas de la compleja estructura demográfica del continente africano; hasta ahora, la variación genética en estos grupos no había sido muy estudiada, y se desconocía si las poblaciones cazadoras-recolectoras son en realidad descendientes de los agricultores que, en algún momento, revirtieron su modo de vida, o en cambio son los herederos de los antiguos grupos que poblaban el continente antes de la expansión de la agricultura".

Los resultados demuestran que las poblaciones de cazadores-recolectores "son mucho más diversas genéticamente que el resto de poblaciones africanas", subraya Comas. "Esto descarta la hipótesis de que estas poblaciones sean descendientes de agropastoralistas, y revela la profunda antigüedad de los grupos de cazadores-recolectores".

Estos datos genéticos muestran que "la localización geográfica más probable del origen de los humanos se sitúa al sur del continente africano, lo que discrepa de la hipótesis demográfica más aceptada hasta el momento, que postula que el origen del hombre moderno se podría situar en África del este".

Todos los lenguajes khoisán del sur de África utilizan cuatro clics básicos, que los lingüistas representan con símbolos como |, que es idéntico a nuestro chasquido de desaprobación; ||, parecido al sonido ts; o q, que es exactamente el sonido de un beso.

Fue el antropólogo y lingüista Joseph Greenberg, que también trabajó en Stanford hasta su muerte en 2001, quien propuso en los años sesenta que los lenguajes clic, hablados por pequeñas poblaciones de bosquimanos salpicadas por el sur y el este de África, formaban en realidad una sola familia lingüística, el khoisán. Según su clasificación, el khoisán era de hecho una de las cuatro grandes familias en que se agrupan los más de 2.000 lenguajes africanos (las otras tres, abrumadoramente mayoritarias, se llaman níger-congo, nilo-sahariano y afroasiático).

Pero la propuesta de Greenberg sobre el khoisán fue muy polémica desde su formulación, y sigue siéndolo, porque el único rasgo común que tienen estas lenguas es el uso de clics. Por lo demás, no se parecen en nada: ni en el vocabulario, ni en la manera en que se forman las palabras ni en la construcción de oraciones.

No solo las lenguas clic de África oriental difieren por completo de las del sur, sino también estas entre sí. Persona, por ejemplo, se dice !kwi en el extremo sur, khoe un poco más al norte, y ju otro poco más aún, ya en el norte de Namibia. De ahí que los lingüistas llamen !kwi, khoe y ju a las lenguas clic de esas tres zonas.

Pese a las extinciones masivas de bosquimanos -y de sus lenguas- acaecidas en los últimos siglos, quedan aún un cuarto de millón de hablantes de khoe. Las otras lenguas clic son mucho más raras: algunas agonizan con solo un centenar de hablantes, y muchas otras se han extinguido en los últimos tres siglos. La Universidad Nacional de Taiwan y la Enciclopedia Británica contienen muestras de audio de muchas de estas lenguas.

Pese al parco repertorio de chasquidos básicos, los hablantes de khoisán pueden matizar cada clic de varias formas -nasalizándolo, aspirándolo, sonorizándolo- y combinarlo con distintas consonantes convencionales, hasta producir algunos de los sistemas fonéticos más complejos que se conocen. El lenguaje !xoo llega a distinguir de este modo más de 120 consonantes, un récord mundial seguramente imbatible.

Aparte de los bosquimanos, las principales poblaciones actuales de cazadores-recolectores que perviven en África son los pigmeos. Lluis Quintana-Murci, del Instituto Pasteur de París, ha demostrado que todos los pigmeos, pese a vivir en poblaciones aisladas y muy separadas geográficamente, tienen un origen común: solo evolucionaron una vez.

Los signos arqueológicos de una inteligencia humana plenamente actual -arte, rituales, pericia técnica, gran diversidad de herramientas- solo tienen 50.000 años, pese a que el cráneo humano moderno ya existía hace 195.000, que es la edad del fósil más antiguo de nuestra especie, hallado en Etiopía. Estos fósiles con forma moderna pero más antiguos de 50.000 años suelen llamarse "humanos anatómicamente modernos". Las primeras evidencias de Homo sapiens fuera de África son unos esqueletos fósiles hallados en cuevas en el sur del actual Israel, datados entre 120.000 y 90.000 años antes del presente. Son escasos.

La salida del continente africano ocurrió entre 80.000 y 60.000 años atrás, lo que coincide con la aparición, precisamente en el sur de África, de unas culturas caracterizadas por el uso de herramientas avanzadas, e incluso de símbolos abstractos.

Se denominan Still Bay (SB) y Howieson's Poort (HP), y aparecen en estratos repartidos por muchos yacimientos del sur del continente. El mejor caracterizado es la cueva Blombos, en la Provincia del Cabo, en el extremo meridional de África. En esa cueva aparecieron dos piezas de arcilla roja con unos grabados geométricos. Constituyen la evidencia aceptada más antigua de arte abstracto, 70.000 años antes de Kandinsky.